Sobre la felicidad y las redes sociales

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La comunicadora, feliz a los 4 o 5 años
La comunicadora, feliz a los 4 o 5 años

El otro día una amiga me decía que los bebés son felices la mayor parte del tiempo. Desconocen conceptos como el miedo, la culpa, la envidia. Son amor puro. Los niños pequeños aun viven bastante esa felicidad. Sin embargo, al crecer, la vida nos enfrenta con muy diversas situaciones que hacen que perdamos esa alegría con la que venimos «de serie».

Últimamente reflexiono mucho sobre la felicidad, sobre lo que necesitamos para ser felices. Creo que hay que ir por la vida con los ojos abiertos, y es indudable que la crisis, la maldita crisis, nos afecta de una u otra forma a todos, pero también creo que hay que intentar evitar que el miedo y la negatividad nos paralicen.

No es este un deseo ingenuo. Una vecina octogenaria me brinda esta gran verdad: «dicen que la riqueza no trae la felicidad, pero yo digo que la pobreza la trae menos». Por mi parte, siempre pensé que proclamar que hay gente que aunque vive en la extrema pobreza es feliz puede ser cierto, pero que también implica un cierto grado de lavado de conciencia. La felicidad no suele llegar si no tenemos unas condiciones mínimas para ello.

Por otro lado, no creo en los gurús que proclaman que si lo deseas muy fuerte la vida te traerá todo lo que deseas. No creo que el Universo conspire en mi favor… Sí pienso que nuestra actitud ante la vida determina en gran medida nuestros logros y nuestra satisfacción personal. No lo digo yo, lo dicen los estudios. Uno de los últimos, publicado en el Canadian Medical Association Journal, concluye que los optimistas envejecen mejor.

Conviene aclarar que la positividad no implica necesariamente conformismo, al menos esa es mi opinión. Tiene más que ver con el hecho de vivir el aquí y el ahora (tal y como habrán oído más de una vez aquellos que practican yoga). Está relacionada con dejar de obsesionarse con el pasado y de vivir planificando el futuro; con no perderse un segundo, una sensación de las acciones cotidianas, ya sean ver una puesta de sol o comerse una naranja; con exprimir lo bueno de lo que tenemos.

Últimamente me descubro sonriendo sin motivo aparente. Una parte estriba en ese Carpe Diem del que trato de hacer gala (lo confesaré, a veces me cuesta). Pero creo que también tiene que ver con el hecho de que hace un tiempo inicié proyectos que me ilusionaban. Traté de hacer mía la frase de que la crisis es una puerta abierta a las oportunidades. He fracasado en algunas de las cosas que he intentado, pero creo que esos fracasos se convirtieron en aprendizajes.

Gran parte de mi actitud positiva ha venido dada también por mis redes sociales. Redes entendidas como aquellas personas que me rodean en lo cotidiano y que han sido un apoyo inestimable, y redes entendidas como redes sociales de Internet. Espacios invisibles donde personas, que en muchas ocasiones no conocía, me han dado conversación, ofrecido ayuda, han compartido conmigo gustos musicales o literarios, han apoyado mi trabajo y me han pintado en la cara una sonrisa.

Creo que el mundo 2.0 va mucho más allá de la imagen banal que ofrecen en ocasiones los medios convencionales. En él me encuentro con emprendedores, valientes capaces de mover proyectos sociales casi imposibles; con gente que se une para ayudar a otros, con auténtico espíritu solidario; con poetas que más que tuits pareciera que mandan cartas de amor; con personas que tan solo quieren hacerte sonreír. Y si la poesía es un arma cargada de futuro, yo creo que la sonrisa es un arma cargada de presente.

A veces me sorprendo y me emociono al darme cuenta de la belleza que esconde el mundo. Y descubrir algo que debería ser evidente a mis ojos, me hace profundamente feliz. Creo que hay que mirar al futuro desde el presente y que hay que mirar al presente con una mirada nueva. Creo que hay que tejer redes, muchas redes, porque somos seres sociales y porque, ya sea de forma presencial o virtual, nuestra felicidad suele estar ligada a la felicidad de los otros. Creo que las redes sociales se han convertido en un espacio vital para el diálogo y la cooperación. Y sí, creo sin duda ninguna que a veces un tuit, un simple tuit, llega cargado de esperanza.

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