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El viernes 21 y el sábado 22 de noviembre tuve la oportunidad de asistir a un festival único, el Festival Eñe. Su singularidad parte de que está dedicado a la literatura y, aunque esta se mezcla con música, danza y cine, no cabe duda de que libros y autores son los protagonistas. Gracias a Topcultural, y con la compañía el sábado de la escritora y periodista Carmen Fernández Etreros, asistí a mesas y debates que me hicieron reflexionar sobre el futuro del libro. La sorpresa agradable fue la cantidad de gente menor de 30 años que se encontraba curioseando entre stands y auditorios.
El viernes me encantó poder escuchar a Luis Landero y Jesús Carrasco, que hablaron sobre la literatura en los márgenes. Landero dejó una hermosa frase que sirve como perfecto resumen del espíritu de la conversación: «Lo bueno de escribir es que surgen de ti rincones iluminados que tú no sabías que estaban allí». Posteriormente, disfrutamos de la charla entre Berna González y Almudena Grandes, dos periodistas y escritoras que diseccionaron desde el enfoque de la actividad (dos mujeres escritoras), hasta el papel de la verdad en la novela. Muchas fueron las actividades, pero el recital de Fundación Loewe era una de las más esperadas y, a mi entender, quedó un tanto corto de duración, que no de calidad. Emotiva lectura de poemas a cargo de Luis García Montero, con el acompañamiento del piano de Rosa Torres-Pardo. El final de la jornada me deparó una interesante sorpresa, la música con ecos celtas de Martina quiere bailar.
El sábado el hechizo continuó con la mesa Lo maravilloso y lo real, en la que Andrés Ibáñez, Javier Sierra y Manel Loureiro hablaron del último trabajo mágico que existe, el del escritor, y reflexionaron sobre la sutil división entre el mundo real y el místico. Posteriormente, hubo lleno en el auditorio para escuchar la charla entre Ignacio Martínez de Pisón y Rodrigo Cortés que, a 24 palabras por segundo, encadenaron el cine y la literatura.
Muchas otras fueron las actividades que se realizaron y que, desafortunadamente, me perdí. Grande el esfuerzo de la organización por llenar de calidad y variedad tantas horas de programación. Algunas de las actividades a las que no pude asistir las seguí por Twitter, gracias al hashtag #FestivalEne14, lo que me planteó la pequeña tristeza de que la eñe, que da nombre al festival, quedó perdida en las redes.
Mi última reflexión es más bien una petición a instituciones públicas y privadas: hay que apoyar y mantener este tipo de iniciativas. Demostrar que la literatura, la buena literatura, no es un rincón, no es un lugar aislado, es más bien un punto de partida. Que se puede atrapar a todo tipo de público con imaginación. Y que leer, siempre, nos une.